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La débil brisa hacia ondear la cortina, la palma de su mano estaba suspendida a solo unos centímetros de ella, sintiendo el frío del amanecer y el débil susurro de la tela acariciando su piel.
Siempre había gustado de despertar a las personas, pero a él, solo a él, prefería verlo dormir y preguntarse que era lo que soñaba. Ella solía tomar alguno de los libros que yacían esparcidos en la habitación y escoger una página al azar para leer un par de líneas e imaginar que esas escenas eran lo que provocaba una sonrisa suave en los labios de su hermano.
Le maravilla el degrade de colores que podía tomar el cabello de Leonard cuando los rayos del sol cubrían su rostro, como aquel castaño oscuro, pétreo y liso, desde sus raíces hasta sus puntas, cambiaban aclarándose hasta tomar un tono cobrizo y dorado en las extremidades mas alejadas, preguntándose cuando conocería un chico de su edad que tuviera esa extraña y bella característica, sonrosando sus mejillas, imaginándolo con una voz dulce y una sonrisa perfecta.
Hoy era un día especial, uno que ambos habían esperado desde hace meses, por ello su vestido era nuevo y su calzado oscuro relucía con ímpetu. Una coleta azul adornaba su cabello negro y un pequeño bolso de tono gris lucia prendado desde su mano. Se miro a si misma en el reflejo del cristal de la ventana y se pregunto si desde la ultima vez que la abrazo, ella misma había cambiado. ¿Quizá un poco mas alta?, dijo a viva voz sin notarlo. ¿Quizá un poco mas delgada?, y giro sobre si misma sonriendo al ver como los ribetes de su vestido bailaban a su compás. Mordió sus labios al detenerse, y descubrir que algo distinto notaba en su rostro, en la forma como este se delineaba, ¿era el rubor de sus labios? o quizás el delicado terminar de su mentón, no lograba descifrarlo, no lograba saber que había cambiado, pero antes de descubrirlo, una voz caprichosa se lo dijo.

- ahora eres mucho mas bella - los ojos de ella resplandecieron y observando la sonrisa de su hermano, corrió hacia la cama y se abalanzo sobre él.  La risa de ambos despertó a todos en la casa. Hoy ya era un nuevo día. 

                                                                                                                                                Leonard de Moral. 

1 comentario:

David dijo...

No hay nada como el amor entre dos hermanos que de verdad se quieren. Esta entrada me ha sacado una sonrisa. Yo echo de menos al mío.
Un saludo :)