V

- Existió un tiempo donde fui rey, noble y plebeyo. Tuve riqueza, esposa e hijos. Ahora solo tengo recuerdos.., – un desgarbado anciano, de barba abultada y ojos cristalinos, incapaces de ver la luz, yacía recostado envuelto en una manta sobre las escaleras del Gran Mercado. Sus brazos extendidos en su regazo, mostraban los nudillos de sus dedos amoratados a causa del frío, mientras su rostro curtido, repleto de arrugas, creaba enormes líneas alrededor de sus ojos y sus labios pálidos.
Florencia se detuvo a unos pasos de él y lo miro entristecida, el pobre anciano tenía los pies descubiertos y ennegrecidos, congelados.
- Debemos buscar a un medico – La niña miró a su hermano angustiada, un extraño escalofrío recorría su piel.
Las personas simplemente caminaban alrededor del anciano, las madres regañaban a los niños, los mercaderes llevaban en sus hombros sacos de frutas o cajones con verduras. Todos lo ignoraban, nadie le dirigía la mirada. Era el momento de ser egoístas, eso decía su tío Henry cuando el invierno se hacía mas crudo, era el momento de solo preocuparse por quienes se ama.
- Debemos encontrar a un policía, alguien que pueda ayudarlo –. La niña tomó la mano de su hermano buscando en su tacto una respuesta, pero Leonard simplemente no podía dejar imaginar la manera como el pobre anciano término de esa forma, sin poder encontrar una explicación. ¿Por qué nadie había hecho algo para ayudarlo?
Mirando los hermosos ojos grises de Florencia, quienes añoraban escuchar una respuesta de sus labios, Leonard sintió como su garganta comenzaba a oprimirse; no sabía que hacer, no podía cargar con aquella responsabilidad.
- No sientan pena muchachos –, un hombre de baja estatura, nariz ancha y extraño mentón anguloso, les sonrió débilmente acercándose a ellos, mostrando mayor amabilidad en su expresión que las toscas formas de su rasgos. – El pobre llevaba dos días vagando por el lugar. Al primero, fui a la policía y dijeron que de no existir un cadáver que obstruyera el paso, no les interesaba, no harían nada por una persona sin hogar-. Limpiando sus manos en su delantal, llevo sus dedos a su cabello peinándolo con cuidado.
- Intente cubrir sus pies con algo de ropa, pero el tacto hace que sangren sus heridas o el dolor de las quemaduras comience a agobiarlo. Lo he dejado dormir por las noches en el piso del local, no es lo mejor, pero no puedo hacer mas –, apuntando con su brazo a una pequeña carnicería, suspiro con resignación. – Creo que simplemente desea morir, he intentado darle de comer, pero no la recibe. -
- ¿Un medico? – Florencia miro a su hermano suplicándole, tragándose las lágrimas para poder hablar claramente. – Aun deben quedar algunos en la ciudad -   
- No te mortifiques pequeña, hay algunos pocos que aún están acá, pero no lo atenderán, no gratuitamente. Los buenos, aquellos que si son  médicos están en la frontera, los demás, ya corrieron a esconderse hace mucho a los valles del sur. Solo queda esperar  –, el hombre sonrió tristemente mientras miraba al anciano una vez mas antes de alejarse.
– Creo que solo quiere que alguien lo escuche –, Leonard agudizo su oído intentando guardar en su memoria las palabras del anciano.
- Dios nos creó para vivir en paz y amar a nuestro prójimo, para no herirlo o abusar de él. Él es nuestro pastor y el que guía nuestros destinos -, su boca compartió a todos una sonrisa en sus desaliñados dientes.
- No es justo –. La niña abrazo a su hermano hundiendo su rostro en su pecho. Deseaba saber que él aún estaba junto a ella. Sosteniendo sus manos, Leonard la hizo caminar junto a él y aproximarse lentamente hacia el anciano. – ¿hay algo en cual podamos ayudarle?, ¿algo que necesite? –
El rostro del anciano giró en  dirección a su voz, llevando ambas manos a su boca para calentarlas, – el hecho de que no finjas, no verme aquí, es suficiente para mi, muchacho. Gracias –. La mañana era aún muy joven, y en su voz, quedaban muchas palabras por ser dichas.

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