#1

En la pequeña antesala junto al aparador, en una estrecha mesa, una menuda niña con desdén y temor, apretaba con su mano derecha un delgado tenedor.
El pulcro Hacedor, vestido de blanco hizo lo propio, caminaba con pisadas frías y mirada ausente, perdido en el futuro presente, deseando que el amargo sabor de las trufas fuera para ella su perdición.
Suspendidos en el aire, afligidos y expectantes, un segundo previo de dolor, el metal desgarrando cada capa de la suave y esponjosa escena de tierna compasión.

Un bocado silente y ansioso. Labios apretados y parpados ocultos. El recuerdo imborrable que nace en una sonrisa pintada de chocolate. 

2 comentarios:

dijo...

Una escena encantadora, me encanta tu manera de describir. Un abrazo.

Noelia dijo...

Que delicioso es volver a leerte, a perdernos en los mundos a los que nos llevan y de los que siempre se vuelve con alguna emoción añadida